Roberto Rodríguez
2020
“EL MURALISMO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
Y LA MEMORIA COLECTIVA”
Introducción
El arte,
como una manifestación que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios, es
el único medio que ha conseguido revelar tanto la decadencia como la grandeza
de los diversos pueblos y culturas en todo el mundo. Podemos entender así al
arte como un reflejo del hombre y sus ideas proyectadas con una finalidad
estética o comunicativa.
“El
arte existe como esfera autónoma de producción y experiencia desde que la
historia existe como concepto de la vida colectiva. Y quien propuso la fórmula
de esta conjunción no es un sociólogo mezquinamente preocupado por reducir las
sublimidades del arte a las condiciones prosaicas de su producción. Es un
enamorado perdido de los mármoles antiguos, deseoso de darles el santuario más
apropiado para su veneración” (Ranciére, 2013)
Gracias a
un dinamismo constante, el arte ha evolucionado dando origen a nuevas y cada
vez más diferentes corrientes artísticas que se oponen a las anteriores y se
esfuerzan siempre por trascender en el tiempo. Uno de los momentos más
radicales y decisivos de dicha evolución artística se dio en la Modernidad, a
partir de las vanguardias, las cuales marcaron una clara ruptura con el arte
tradicional y dieron lugar a una serie de elementos nuevos.
El arte moderno,
como innovación frente al tradicional arte occidental, representa una nueva
forma de entender la teoría y la función del arte, en que el valor dominante de
las llamadas artes figurativas ya no es la imitación de la naturaleza o su
representación literal; la obra ya no tiene que ser “mimética” como la afirma
Arthur Danto:
“Por un largo período histórico, fue presupuesto que para ser una obra
de arte, especialmente una obra de arte visual, la obra tenía que ser mimética:
imitar una realidad externa, actual o posible (…) “Imitación” era la respuesta
filosófica estándar a la pregunta qué es el arte, desde Aristóteles hasta
avanzado el siglo XIX, e incluso en el XX. En consecuencia la mímesis, a mi
criterio, es un estilo. En el período en el cual la mímesis definía lo que era
una obra de arte, no había otro estilo en este sentido de la palabra”. (Danto, 1999, pág. 66)
En este
escrito me propongo realizar un análisis que aborde la cuestión del muralismo
desde la perspectiva de arte público que contribuye a la construcción de
identidad y memoria colectiva detenido brevemente sobre las condiciones que
dieron lugar a la concepción utilitaria de esta manifestación, determinando
-mediante un breve recuento del muralismo mexicano- la clara presencia de
contextos históricos en esta forma de arte, como lo señala Marc Jiménez en el
artículo denominado: Arthur Danto y la
transfiguración de lo banal de su libro “Qué es la estética”
(…) la obra de arte encubre valores históricos y sociales que la
estética tiene la tarea de hacer explícitos.
No sólo la obra “juzga” a su manera la historia y la sociedad, sino que
ella misma es candidata a la apreciación y a la evaluación del público. (Jimenez,
1999, pág. 283)
Al mismo tiempo presento un breve análisis de la
obra denominada: “Batalla de Tapi” (obra
de mi autoría realizada en un espacio público de la ciudad de Riobamba) en lo
que se refiere a su propósito de rescatar los sucesos históricos que
desembocaron en una batalla con la que esta ciudad logró independizarse de la
colonización española.
Antes de
entrar de lleno en el análisis del muralismo como ese medio que influye en la
construcción de identidad y memoria colectiva de los pueblos es necesario detenernos
a examinar algunas verdades sobre esta manifestación artística.
Un
mural es una pintura hecha directamente en la pared. Viene de la palabra latina
murus, que significa pared. Un mural no debe ser necesariamente pintado,
pudiendo hacerse con mosaico o cerámica.
La
obra presente en el muralismo no refleja simplemente una pintura puesta sobre
una pared para decorar la arquitectura; por el contrario, el muralismo puede
referirse a una escena, un relato histórico, es la forma como el artista cuenta
un momento de su vida o de la vida nacional.
El
muralismo es un movimiento pictórico que surge en México en los años 30 del
siglo XX, se inicia en 1921, cuando se realizaron las
primeras obras, y termina en 1955 cuando perdió fuerza como movimiento
artístico articulado. Se trata de un fenómeno artístico, complejo en el que
participaron artistas tales como: Rivera, Orozco y Siqueiros entre los que hubo
fuertes diferencias estéticas y políticas.
Sobre el muralismo mexicano,
Myrna Salinas Oviedo en su artículo denominado:
“MURALISMO MEXICANO...¡Y los indios siguen jodidos! Ensayo, para celebrar el
bicentenario”, sostiene:
“Es un hecho que del arte se ha
servido el hombre para trascender a través de los siglos, y dejar registros
históricos sobre hechos, invenciones e ideologías. El muralismo como expresión
plástica mexicana no es la excepción; nació en el marco de una de las luchas
más sangrientas de la Historia de México, que se gesta a principios de un
siglo, cargado de cambios, nuevas ideología y una cosmovisión”. (Oviedo, 2010, pág. 1)
Lo que ha logrado que la pintura mural
mexicana trascienda enormemente -aparte de la belleza estética de muchas de sus
obras- es la reivindicación indigenista y social que surge con la revolución y
es plasmada en soportes monumentales para su total interpretación por parte de
las clases populares.
“El pueblo mexicano,
poseedor de una inmensa variedad cultural, indudablemente aprovechó el momento
político para a través de la expresión artística manifestarse frente a la
actualidad vivida por el país; aparece entonces un movimiento pictórico único,
que llevó a los mexicanos al reconocimiento de su historia, de sus vivencias y
al porqué de su cultura milenaria; el arte entonces, se convirtió en una puerta
que llevó a México a una visión diferente, a una mirada desde otra perspectiva
de los acontecimientos de la revolución. Surge el Muralismo como expresión
artística de unificación nacional post-revolución y con fines pedagógicos, es
decir, con una forma de contar y educar al pueblo respecto a lo sucedido.” (Vargas, 2011, pág. 1)
El muralismo es sin duda el
movimiento artístico mexicano del siglo XX, cuya calidad artística, técnica y
visual, lo convierten en vanguardia para los movimientos artísticos mexicanos
que dedican su creación de mensajes visuales sobre las imágenes que connotan
las características propias de la cultura mexicana y su contexto histórico. Claudia
Mandel en su artículo “Muralismo mexicano: arte público / identidad / memoria
colectiva”, publicado en la revista Artes Visuales, señala:
“La creación del muralismo, como
un arte colectivo y público, se constituye, originalmente, como un espacio de
recuperación del legado histórico de México, así como, también, en un espacio
de reflexión acerca de sus herencias étnicas, tradicionales y culturales”. (Mandel, 2007,
pág. 50)
Hacia
la construcción de identidad y memoria colectiva
En este apartado referiré la forma en
que el muralismo transmite los legados de la historia de un pueblo y cómo a
partir de allí, se favorece la construcción de la memoria colectiva, es decir, todos
aquellos recuerdos que comparte un grupo social y que conforman su identidad.
Como punto de partida quiero referirme
al planteamiento de Octavio Paz (Escritor mexicano, 1914-1998 cuya inmensa e
influyente talla intelectual quedó plasmada en una gran producción ensayística)
a cerca del muralismo mexicano y -según él- sus dos etapas.
(…) En pocas palabras, Paz dice que en
el muralismo mexicano es posible distinguir dos etapas. En la primera, los
pintores estaban convencidos de encarnar las creencias colectivas de los
mexicanos. En la segunda, fue evidente que su arte, lejos de ser popular, fue
didáctico; "no expresaba al pueblo -dice-: se proponía adoctrinarlo".
De esta manera, afirma, "el muralismo, arte de un joven Estado
nacionalista", "murió de infección ideológica: comenzó con una
búsqueda y terminó con un catecismo, nació libre y acabó por exaltar las
virtudes liberadoras de las cadenas". (Paso, 2003)
Ahora bien, el muralismo, según Octavio
Paz, por un lado refleja el pensamiento colectivo de México, contribuye al
rescate de memorias populares, reactivando procesos de reconstrucción de
identidades grupales basadas en la recuperación del pasado histórico nacional, sus
tradiciones y creencias.
Por otro, lo adoctrina; es un medio
didáctico manipulado por las autoridades del naciente Estado Mexicano para
educar al pueblo, infundiendo en él aquellas ideologías políticas que engendró
la revolución mexicana. Aunque, de por
sí, según Alain Badiou, el arte ya educa.
“El arte educa por su sola
existencia. No hay más que encontrar esa
existencia, o en otras palabras: pensar un pensamiento.” (Badiou, 2009,
pág. 54)
La expresión estética del muralismo
como muestra de historias básicas y complejas, conduce al reconocimiento, como
ya lo indicamos anteriormente, de tres grandes representantes mexicanos:
Siqueiros, Rivera y Orozco.
Fernando del Paso en su artículo, Los Privilegios de Octavio Paz,
publicado en la revista Convivio, se refiere así a esa memoria colectiva e
identidad que Orozco refleja en su producción muralista:
“Orozco, por otra parte, nos mostró un
orgullo especial por haber nacido en el México donde se dieron varias de las
grandes civilizaciones prehispánicas. Como dijo el distinguido historiador
Miguel León-Portilla, citado por Paz, "ni idealiza al mundo indígena, ni
le parece una abominación la Conquista". Tampoco acude al estereotipo del
pueblo como siempre sufrido y noble, puesto que lo pinta, nos señala Paz, como
"cruel y blando, duro y estúpido, víctima y victimario"”. (Paso, 2003)
Y también a la connotación política
siempre presente en la obra de Siqueiros.
(…) Paz dice: "Siqueiros fue el
más audaz, el más inventivo e imaginativo", y lamenta que "sus
obsesiones y fanatismos políticos hayan dañado sus grandes poderes de
innovador" (Paso, 2003)
Para ampliar lo dicho me parece
adecuado referenciar de manera muy breve una de las obras de estos artistas.
Diego
Rivera, Mural “El campesino oprimido”, México, 1935
Imagen tomada
de: http://www.google.com/imgres?imgurl=http://www.ecured.cu/images/2/21/Alameda.jpg&imgrefurl=http://www.ecured.cu/index.php/Diego_Rivera&usg
De
lo expuesto anteriormente señalo: El muralismo, considerado como una tendencia
de arte figurativo que proyecta ideas sociales y políticas es una expresión de
significados simbólicos capaz de influir en las masas modificando ideologías y
generando memoria colectiva. En este
sentido la pintura mural es un relato histórico capaz de narrar temas básicos
de la existencia humana, tales como, el paso del tiempo, el origen de una
civilización, el logro de un desarrollo tecnológico, la cosmovisión de su
cultura, etc.
Este
preámbulo marca el camino para desarrollar un análisis de mi propia producción
artística. Para hacerlo tomaré como
referencia una de las obras que bajo mi punto de vista puede acoplarse mejor a
la idea general de este trabajo ensayístico.
Roberto
Rodríguez, Mural “Batalla de Tapi”, Riobamba, 2014
La obra
denominada “Batalla de Tapi” fue realizada en un espacio público de la ciudad
de Riobamba en el año 2013. En esta
obra, la idea de un arte público adquiere una nueva dimensión ligada a un
factor ideológico, que supone la comprensión de la ciudad como un contexto
sociopolítico con carácter específico que depende de algunos factores
relacionados a la educación, la época y otros ámbitos de la cultura. Desde este
punto de vista, el concepto de espacio público se puede definir como un lugar
de debate donde todos los ciudadanos, a
través de un intercambio simbólico pueden desarrollar y ejercer su voluntad de
interpretación. Y es una interpretación
casi universal, como lo sostiene Octavio Paz, al asegurar que el lenguaje de la
pintura, como todo lenguaje artístico, es intraducible.
Así lo
sostiene también Fernando del Paso al citar lo que Octavio Paz declara:
"la
imagen visual dice, pero lo que dice no tiene por qué ser traducido en
palabras. La pintura es un lenguaje que se basta a sí mismo" (Paso, 2003)
La elaboración
de este mural me ha sido encomendada por el Colegio Militar No. 6 “Combatientes
de Tapi” de la ciudad de Riobamba, como parte de un proyecto tendiente a
rescatar la memoria de los sucesos históricos y las gestas heroicas que se han
desarrollado en la ciudad de Riobamba para lograr su independencia.
“El
muralismo trabaja, frente al riesgo de que se pierdan memorias populares,
reactivando procesos de reconstrucción de identidades grupales basadas en la
recuperación del pasado histórico nacional y sus tradiciones.” (Mandel, 2007, pág. 38)
De manera
específica, y al igual que en el muralismo mexicano, en esta obra se narra una
reseña sociopolítica de la historia de Riobamba comenzando por la conquista española,
siguiendo con la planificación libertaria de los héroes de la independencia, la
Batalla de Tapi que se dio el 21 de abril de 1822 y el resultado de la misma. En el mural se encuentran además personajes
importantes en la historia como Juan Bernardo de León, Antonio José de Sucre y
Simón Bolívar quienes fueron de gran importancia en la historia de esta
mencionada campaña libertaria.
Cabe
señalar que la inclusión de estos personajes antes mencionados no obedece a una
intención de mitificarlos como ocurrió en el muralismo mexicano y a lo cual
Myrna Salinas Oviedo se refiere así:
“La
mitificación de los "héroes" (semidioses) pierde completamente
realismo o los parámetros de su actuación. Hidalgo, Morelos y Allende aparecen
desde la formación en libros de texto como figuras intachables, incapaces de
fallar o de actuar en manera errónea (1) Iñigo Fernández, Historia de México,
Ed. Pearson, pag. 124
No fueron
tan perfectos como se pintan en algunos murales como los de Orozco o incluso de
la segunda generación como O'Gorman en el Museo de Historia del Castillo de
Chapultepec.” (Oviedo, 2010)
En la
obra “Batalla de Tapi”, estos héroes como la historia los denomina, son
personas que de manera decisiva participaron en el logro de la ansiada libertad
para la ciudad y su trabajo es parte del recuerdo que genera esa memoria
colectiva de la que tanto se ha hablado.
Así mismo
se aprecian imágenes simbólicas que a manera de “metáforas visuales” hacen referencia al concepto general de la
obra, tales como las trompetas de guerra y las cadenas de esclavitud que
finalmente se rompen.
Con este
mural en el que se plasma la esencia de Riobamba, su historia, los personajes
que han influido para que la ciudad se libere, y esa batalla histórica que
finalmente la hizo libre se proyectan aspectos de la realidad existencial
percibidos por los sujetos, como la conquista y la libertad, los mismos que se
transforman en categorías susceptibles de ser representadas y transmitidas a
las masas para que sean receptadas e interpretadas según la intencionalidad con
que fue concebida la obra.
Gerard
Vilar sostiene:
“Daremos
por sentado que la intencionalidad del artista a la hora de crear sus obras es
un aspecto central para la recepción del arte, aunque no el único ni
necesariamente el determinante como tiende a pensar Danto. Para este las
intenciones del artista determinan las posibles interpretaciones de las obras,
aunque dichas intenciones están a su vez condicionadas por la situación del
artista en el mundo, por el lugar y la época en los que vivió así como por las
experiencias por las que pasó.” (Vilar, 2005, pág. 106)
Recalco,
la intencionalidad de la obra es importante en el sentido de que esta determina
su interpretación y a su vez esta interpretación debe ser la correcta en
función de generar esa memoria colectiva inequívoca.
“Las
interpretaciones son lo que constituye las obras, no hay obras sin ellas y las
obras están mal constituidas cuando la interpretación es equivocada. Y conocer
la interpretación del artista es en realidad identificar lo que ha hecho. La interpretación no es algo que esté fuera
de la obra. Obra e interpretación crecen juntas en la conciencia estética. En la medida que la interpretación es
inseparable de la obra también es inseparable del artista si es la obra del
artista.” (Vilar, 2005, págs. 117-118)
Entonces,
la memoria colectiva que genera la obra “Batalla de Tapi”, surge en función de
aquellos legados históricos y sociales que transmite, esos recuerdos que comparten
los ciudadanos y que conforman su identidad.
Y son
estos mismos valores históricos y sociales que la estética tiene la tarea de
hacer explícitos para que puedan ser interpretados adecuadamente. Una tarea desarrollada de la manera en que
Vilar propone en la siguiente cita:
“Por
tanto, no se trata en modo alguno de sacar del baúl de los recuerdos ni la
teoría de Tingle-Inmersión, como llamaba Goodman a la teoría clásica
dieciochesca de la experiencia estética, ni lo bello ni lo sublime, ni la razón
pura, sino de hacer explícitas las formas de la razón sin fondo que están
presentes en las obras que pretenden comunicar algo sobre algo, a las que
interpretamos con la pretensión de decir algo válido sobe ellas, y sobre las
que discutimos con otros acerca de cómo se deben interpretar y qué afirmaciones
son más válidas que otras e, incluso, cuáles no son válidas en absoluto y son
simplemente falsas.” (Vilar, 2005, pág. 20)
A manera de conclusión:
El
muralismo, sustentado en parámetros básicos de estética es capaz de manejar un
lenguaje simbólico que necesita ser interpretado por las masas para favorecer
en ellas la construcción de Identidad y memoria colectiva. La intencionalidad que conlleva la obra
“Batalla de Tapi” cumple con el propósito de su creación y efectivamente genera
memoria colectiva en la ciudad de Riobamba.
Es
precisamente, este sentido de la intencionalidad lo que me impulsa a
desarrollar el muralismo como la actividad artística de mi preferencia y no
siendo esta obra -producto del presente análisis- la única que he realizado en
mi producción artística debo reconocer ese gran aporte del muralismo en el
sentido de generar memoria colectiva para las presentes y -quizás más
importante aún- futuras generaciones.
Al
finalizar este trabajo sin embargo me queda la sensación de haber abierto
camino en un terreno poco explorado, considero que el muralismo y su
funcionalidad trascienden mucho más allá de lo que se ha hecho por y con
él. La historia del muralismo moderno en
nuestro país representa sólo un breve proceso en el desarrollo del arte, pese a
que en los últimos años se ostentan ya varios proyectos muralísticos que han
sido concebidos con el único propósito de ser el medio político-social que
contribuya a la construcción de identidad y memoria colectiva; como ejemplo de ello podemos citar el mural “Grito
de la Memoria” del muralista ecuatoriano Pavel Égüez pintado en los exteriores
de la Fiscalía General en Quito, de cuya obra, Diario El Universo, señala:
“El
rostro del ex presidente León Febres-Cordero, fallecido en el 2008, comparte
espacio con los de los dictadores Augusto Pinochet y Jorge Videla, de Chile y
de Argentina, en su orden, en el mural Grito de la Memoria, que se exhibe desde
la noche del miércoles en los exteriores de la Fiscalía General en Quito.
La pieza
pictórica se develó con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos,
en homenaje a las víctimas de graves violaciones de derechos humanos y crímenes
de lesa humanidad ocurridos en Ecuador y América Latina.
Según el
fiscal Galo Chiriboga, el mural representa el compromiso de las personas y
autoridades en la protección de los derechos fundamentales.
El pintor
y muralista ecuatoriano Pavel Égüez estuvo a cargo de la obra que, según
explica, plasma los hechos históricos de represión registrados a finales de los
años 70 y principios de los 80, cuando varios países de la región se
encontraban bajo regímenes dictatoriales.” (Universo, 2014)
Estuardo
Vera, Mural “Grito de la Memoria” de Pavel Égüez, Quito, 2014
Imagen
tomada de: http://www.eluniverso.com/noticias/2014/12/12/nota/4332906/rostro-lfc-aparece-mural-ddhh
Este y algunos otros trabajos que no son por ahora motivo de nuestro
análisis, son un claro ejemplo de como se pretende construir identidad nacional
y generar memoria colectiva en nuestro país.
Ahora
bien, si retomamos por un breve momento el muralismo mexicano (creo necesario
hacerlo para establecer más objetivamente mis conclusiones) quizás nos veamos
tentados a retroceder casi un siglo para referirnos a los grandes muralistas
como Orozco, Rivera y Siqueiros; pero, en este punto, no caeremos en aquella
tentación. Más nos vale hablar de una
visión artística que no murió con estos tres grandes muralistas si no que se
transformó y ahora la lidera un grupo de jóvenes artistas influenciados por el
diseño, el hip hop y el cómic.
“Curadores, galeristas y promotores de arte los
llaman los nuevos Siqueiros, Orozco y Rivera. La corriente del muralismo que
surgió a principios del siglo XX ha revivido -más bien transmutado- con una
generación de jóvenes artistas mexicanos que está tomando las paredes y las
calles como lienzos a gran escala donde convergen elementos de ilustración, diseño,
post-graffiti y pintura.
En la
última década se ha producido un auge del muralismo contemporáneo, entendido
como una rama del arte en la calle (street art, en inglés) o arte urbano.
Enormes paredes en ciudades del mundo se han poblado de personajes, de formas y
de color, bajo firmas que comenzaron en el anonimato, pero hoy tienen millones
de seguidores y se cotizan en miles de dólares.
En México
se produce arte urbano, pero se tardó más que otros países en salir de los
circuitos underground. Un grupo de artistas ha sobresalido y ya los buscan
curadores, periodistas, galeristas e incluso publicistas. Sin duda, hay nombres
que se escuchan más que otros: Saner, Sego, Seher, Smithe, Dhear, Minoz &
Meiz, Neuzz, El Norteño. No son todos ni los únicos, pero son reconocidos como
representantes del arte urbano mexicano.” (Arvide, 2013)
Federico
Gama, Mural contemporáneo de autor anónimo, México, 2013
Imagen
tomada de: http://www.domingoeluniversal.mx/historias/detalle/Los+nuevos+muralistas+mexicanos-1706
Como
es de suponer, por los antecedentes expuestos en los párrafos anteriores, la
inmersión del muralismo mexicano en un intenso contexto político ideológico desde
los años treinta, ha dado un giro; ha encontrado ese punto de inflexión hacia
temas con mayor connotación social, cuya interpretación no deja también de
generar espacios en los que la memoria colectiva se construye y la identidad
del pueblo se va configurando a la par de estas manifestaciones con alto valor
estético.
De lo dicho en este último apartado podemos asegurar que el muralismo no
ha muerto, sus argumentos artísticos, de estética y funcionalidad lo tienen aún
vigente, por lo tanto podemos esgrimir como conclusión final
que el muralismo constituye un puente entre en la extensa relación que
mantienen el ser humano creador, el espacio que lo rodea y el vasto imaginario
de la memoria colectiva de la que forma parte.
BIBLIOGRAFÍA
Arvide, C. (2013). Los nuevos muralistas mexicanos. Domingoeluniversal.mx.
Badiou, A. (2009). Pequeño
manual de inestética. Buenos Aires: Prometeo libros.
Danto, A. C. (1999).
Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia.
Barcelona: Paidós.
Jimenez, M. (1999). Què
es la estètica. España: Idea Books.
Mandel, C. (2007).
Muralismo mexicano: Arte público / Identidad / Memoria colectiva. Artes
visuales.
Oviedo, M. S.
(2010). MURALISMO MEXICANO...¡Y los indios siguen jodidos! Ensayo, para
celebrar el bicentenario. salinasoviedo.blogspot.com, 1.
Paso, F. d. (2003).
Los Privilegios de Octavio Paz. Convivio.
Ranciére, J. (2013).
Aisthesis: escenas del régimen del arte. Buenos Aires: Ediciones manantial
SRL.
Universo, E. (2014).
Rostro de León Febres Cordero aparece en mural de DD.HH. El universo. com.
Vargas, D. C.
(2011). LA REVOLUCIÓN MEXICANA: GESTORA DE EXPRESIÓN ARTÍSTICA. google.com.
Vilar, G. (2005). Las
Razones del Arte. España: A. Machado Libros S.A.
LINKOGRAFÍA
http://www.eluniverso.com/
http://salinasoviedo.blogspot.com
http://revistas académicas.com
http://www.domingoeluniversal.mx/